Inteligencia vs Inteligencia Emocional. y el Rol del Docente como promotor de la Inteligencia Emocional


La Inteligencia
            De manera muy simple se podría conceptualizar la inteligencia como diferentes mecanismos que poseemos y que nos capacita para razonar y saber como actuar en un momento dado. Como satisfacer nuestras necesidades biológicas, afectivas, sociales entre otras. Sin embargo no se trata aquí de simplificar tan complejo como lo es la inteligencia. Por ejemplo Galvis (1999: 13), la define como una “facultad de entender, de comprender; o capacidad para resolver todo tipo de problemas”, lo que da entender, es una forma sencilla de definir la inteligencia.
Así como es un hecho que la inteligencia es uno de los factores que determinan el éxito o el fracaso de un adulto, pues sus logros se suelen medir por la inteligencia desplegada en conseguirlos, también es cierto que no es necesario poseer innumerables conocimientos para ser inteligente, es decir, la inteligencia no es producto de la memoria. De ser así, no se entendería que alguna personas con limitaciones muy marcadas, tenga capacidad para aprender y retener números, fechas, para resolver operaciones matemáticas complejas y para dar solución a complicadas jugadas de ajedrez, por ejemplo.
Después de esta breve reflexión, es necesario aceptar que aunque existen varias teorías que explican que es la inteligencia, por si  misma una teoría jamás es completa ni tiene respuesta para todas las preguntas.
Teniendo esto en cuenta, procedemos a citar a wolff (1962:152) quien nos agrega  aclara que una de las teorías existentes es que la inteligencia es producto de la memoria; que hay otra que se basa en la acumulación de hechos; y existe una tercera que sostiene que la inteligencia “es producto de una estructura cerebral innata”. Ahora bien, lo que si es seguro que sea cual sea el nivel  de la inteligencia  que se posea, puede ser opacado o estimulado por la educación que se reciba. El mismo autor  que la inteligencia “se basa en la capacidad de discriminación, que nos permite establecer relaciones, según las cuales se reacciona luego en la forma adecuada”.
Por su parte, el renombrado psicólogo suizo, Jean Piaget, se ha manifestado en numerosas ocasionas cerca de la inteligencia, por haber no solo estudiado, sino también postulado sus propias teorías acerca del desarrollo cognitivo. De manera muy amplia Piaget, citado por Mussen (1984:310) considera que la inteligencia es la capacidad de adaptarse al ambiente y distinguió dos grades etapas del desarrollo intelectual: la de la inteligencia sensoriomotora (0 – 2 años) y la de la inteligencia conceptual ( de los 2 años hasta la madurez). La primera de estas etapas se subdivide a su vez en varias hasta llegar a los 18 meses  de edad del infante. El autor considera que finalizando el periodo sensoriomotor, el funcionamiento cognoscitivo del niño “ se vuelve mas complejo, mas objetivo y esta cada vez mas orientado  hacia la realidad” (ob.cit:315).
Asimismo, y citado por López (1975:27), este filosofo educador también sostenía que “la función intelectual solo constituye otro aspecto de la biología: ni se origina ni es un resultante de ella, sino que ella constituye una parte de la totalidad fisiológica del individuo “. Esto nos induce a pensar que para Piaget, la inteligencia es una función similar a las leyes que rigen la vida: alimentación, respiración, circulación, etc., y, por tanto, susceptible de ser mejorada. Sin embargo, en una aparente contradicción, el autor también afirmaba que el desarrollo intelectual no es simple proceso madurativo que tenga lugar automáticamente, sino mas bien que era el resultado de interacciones internas y externas del individuo.
Las diferencias que se perciben en las afirmaciones de un mismo investigador - en este caso Jean Piaget – creemos que son solo “aparentes”, pues dedico años de su vida a estudiar primero el pensamiento del niño, luego a su conducta, mas adelante a su capacidad de manipulación del etc., incluyendo siempre a sus propios hijos en estas indignaciones. Debido a ello, sus descubrimientos iban modificándose, o se iban expandiendo constantemente, por lo tanto las citas que se utilizan pueden corresponder a uno u otro periodo de sus investigaciones.
Según Piaget, citado por Kamii (1979:29), la inteligencia se desarrolla en cuatro periodos: sensorio-motor (0-2 años); preoperacional (2-7 años); operaciones concretas (7-11 años); y operaciones formales ( 12 años en adelante). A la vez considera que el  periodo preoperacional consta de dos etapas, una enteramente ilógica o prelogica y la otra de transición, en la cual la lógica del niño va adquiriendo coherencia. Esta transición es el principal objetivo de la educación preescolar, por lo que este trabajo se circunscribirá al periodo preoperacional. Es necesario tener en cuenta que en la etapa preoperacional el pensamiento del niño es egocéntrico, centrado, transductivo, irreversible y no tiene equilibrio entre la asimilación y la acomodación (López 1975: 100).
Es por todos conocidos que la inteligencia, en cierta forma, se puede medir a través de los llamados “tests de inteligencia”, los cuales arrojan resultados que se traducen en una cifra que se asocia a las respuestas dadas a  un conjunto de problemas, cuya solución determinan la capacidad del sujeto para percibir organizar y responder a estímulos. Ahora bien, decimos que la inteligencia es medible solo en cierta forma, porque al someterse a estos tests suelen haber reacciones imprevisibles, como nervios, temor, cansancio, etc., que le restan precisión  a los resultados. Además, hemos de tener en cuenta que la inteligencia no son lo mismo. Bien se puede entonces preguntar: ¿es posible ayudar a los niños lentos a incrementar sus habilidades?
            Ya vimos que Piaget considera biológica a la inteligencia y esto lleva a suponer que lamente humana no es solo aquello que almacena y procesa daros,sino un complejo sistema de análisis y búsqueda del porqué de las cosas. El autor nos señala (1969:3) que “la inteligencia verbal o reflexiva se apoya sobre una inteligencia práctica o sensomotriz, que reposa a su vez sobre los hábitos y asociaciones adquiridos para recombinarlos”. Vista así, la inteligencia es un poder, abstracto, complejo, inherente al ser humano y necesario para comprender la realidad, para mantener a raya a la subjetividad, seguridad en si mismos.
Los niños comunican aquello que han vivido o sentido, aquello con lo cual se identifican. En general, la primera infancia es un periodo de creatividad, de emotividad. Si, por ejemplo, los niños se manifiestan artísticamente, en ello reflejan su grado de desarrollo cognoscitivo, afectivo y social. De allí que es necario ayudarlos para que manifiesten libremente sus pensamientos y sentimientos, motivarlos para que actúen por iniciativa propia y tomen decisiones. Solo así descubrirán el significado del conocimiento y tendrán un crecimiento sano de su personalidad, vital para su evolución integral como individuo.
Torrance(1969: 21) expresa esto claramente cuando sugiere que:
En lugar de tratar de saturar las mentes de nuestros niños con una cantidad de hechos y transfórmalos en enciclopedias científicas, debemos preguntarnos en qué tipo de niños se están transformando ¿Qué tipo de pensamiento lleva a cabo? ¿Cuán ingeniosos son? ¿Se están haciendo más responsables? ¿Están aprendiendo a dar explicaciones meditadas de lo que hacen y ven? ¿Creen que sus ideas propias tienen valor? ¿Pueden compartir ideas y opiniones con otras personas?…
Los niños son seres emocionales y su inteligencia esta en desarrollo, por lo que debe ser cultivada y orientada hacia procesos racionales y de autocontrol, ya que sus reacciones obedecen mayormente a lo que sienten y no a lo que piensan, actúan de acuerdo con lo que consideran sus necesidades y deseos mas urgentes.
También Piaget (1969: 279), se pronuncio respecto a la inteligencia de forma parecida cuando escribió: 
Admitiendo que la inteligencia constituye un mecanismo que se explica por si mismo, la organización que la caracteriza será inmanente a los estadios mas primitivos. Así, pues, la inteligencia esta en germen en la vida misma, bien sea porque “la inteligencia orgánica” que actúan en el terreno filosófico, contenga en potencias las mas elevadas realizaciones de la inteligencia abstracta, bien porque la suscite progresivamente al tender hacia ellas como hacia un fin necesario.

Desarrollo Cognitivo
La manera en que se comporta la mente de un individuo así como los pensamientos y las soluciones que producen,   cambian gradualmente con el pensamiento, el tiempo y la experiencia. Una de las mas importantes recompensas que reciben los docentes preescolares es el de darse cuenta de que o pueden ayudar a sus pequeños alumnos a desarrollar su capacidad para pensar y para resolver problemas. En este proceso es conocido con el nombre de desarrollo cognitivo.
En el ámbito educativo se tiene a la cognición como una relación entre dos elementos: objeto y sujeto, ambos totalmente distintos, pues al sujeto le corresponde la función de aprehender del objeto y a este ser aprehendido por el sujeto, o sea, siendo el niño el sujeto y un taco el objeto, al primero le corresponder manipular, tocar, sentir y jugar con el segundo, y así construir el significado que este tiene para el.
El desarrollo cognitivo, entonces, es un proceso natural y espontaneo, en el cual intervienen la percepción o descubrimiento, la organización, la interpretación de la información que se recibe, el racionamiento que se hace para inferir y sacar conclusiones a cerca de esa información, el discernimiento o el reconocimiento de nuevas relaciones. El niño va construyendo el conocimiento mediante la interacción entre su estructura mental y el ambiente que lo rodea. en todo caso, y según lo expresa la Dirección de Educación Preescolar (1994:141) “el desarrollo del niño preescolar será armónico y coherente en la medida que también lo sea los elementos y factores que de una u otra manera incidan en su desarrollo”. De esto se infiere que lo cognitivo es inseparable de las otras áreas de desarrollo: socioemocional, psicomotor y de lenguaje, pues la evolución del niño se concibe como un proceso global que integra todas las áreas.

Las emociones
Las emociones son sentimientos, impulsos y pasiones que experimentan permanentemente los seres humanos. Según Malrieu (1959:42), etimológicamente emoción se deriva del verbo latino E-MOVERE, de e (fuera) y moveré (mover, agitar), y en sentido amplio denota un estado de alteración, turbulencia provocada en alguna forma. Sin embargo, si le buscamos el sentido psicológico, la emoción es una reacción o perturbación afectiva brusca, que puede llegar alcanzar un grado de intensidad tal, que puede afectar a todo el organismo, incluso hasta producir un desequilibrio de orden nervioso.
No hay persona que alguna vez no sea dominada por sus sentimientos de tristeza, rabia, ira, envidia, alegría, miedo, inseguridad entre otros., los cuales, depediendo de su intensidad y sino son controlados oportunamente, pueden llegar a determinar nuestro comportamiento y nuestras reacciones.
En este orden de ideas, Daniel Goleman (1995:22) en el libro en el que desarrolla su teoría de la inteligencia emocional, define la emoción como “un sentimiento y sus pensamientos característicos, a estados psicológicos y biológicos y a una variedad de tendencias a actuar”. En otras palabras, la emoción generalmente resulta más profunda y compleja que cualquier otro fenómeno psíquico, pues llegar a niveles múltiples del sistema nervioso y de la química del ser humano. 
En cuanto a los sentimientos y emociones del niño estas comienzan a formarse en el estrecho trato con su madre, con el resto de la familia y con las personas con la que mantiene contacto. Así lo aseguran la UPEL y la UNA (1986:185), cuando afirman que “dentro del marco particular y reducido dentro del grupo familiar, la afectividad del pequeño es francamente preponderante y abierta”. No obstante, durante esta etapa, la madre más que observar y corregir las reacciones emocionales de su hijo, lo disfruta y consiente. Mas adelante, ya casi para entrar a preescolar, pone mas empeño en canalizar cualquier reacción que no considere adecuada hacia la adquisición de hábitos y valores éticos- morales que contribuyan a forjarle una personalidad y conciencia adecuada a sus cortos años, así como también a inculcarle respeto por la libertad y los derechos por los demás.
De acuerdo con todo lo planteado hasta aquí, se infiere que entre las cualidades emocionales a desarrollar en un niño preescolar esta la identidad, la confianza, la autoestima, la autonomía, la capacidad para expresar e identificar sentimientos y, por ultimo, la integración social, proceso ligado a la dinámica  del desarrollo integral que comienza en la etapa dependiente y vulnerable de la infancia.
Desarrollo Socioemocional
Según afirmación de Bautista (1985:222): “el punto de partida para el desarrollo socioemocional es la afectividad”. Por lo tanto el desarrollo socioemocional se refiere principalmente a como el niño se relaciona consigo mismo y con su entorno a su manera de responder a los afectos, a sus sentimientos de seguridad, de autonomía, de confianza, entre otros.
El desarrollo socioemocional, específicamente, busca darle orientación a los mecanismos utilizados para logar una adecuada adaptación al ambiente (adquisición de hábitos, actitudes hacia niños y adultos entre otros). En esta área se considera básico observar los siguientes aspectos en el pequeño: en primer lugar sus temores y miedos; su ritmo y sus hábitos, se han estos de trabajo, de rutina, de limpieza; sus intereses; su actitud ante la maestra y ante otros adultos y niños significativos; los mecanismo que se utiliza para llamar la atención de la maestra y en general, cualquier otros rasgos que implique su interrelación con todo los agentes externos a su persona. En el desarrollo de esta área se busca establecer y determinar la estabilidad emocional que toda persona necesita para vivir en sociedad. Existen diversos factores socializadores que inciden en este proceso y hacen del niño un ser equilibrado. Entre estos factores principales tenemos su situación familiar. “El desarrollo socioemocional debe considerarse como un proceso inmerso dentro del seno familiar”, nos indican muy acertadamente Clavijo y Jaimes (1994:3), al considerar que es en el hogar donde comienza el niño a mostrar sus necesidades e intereses. Otros factores socializadores son: la asistencia a la escuela, el aprendizaje a que es sometido el menor, la internalización de valores, actitudes y patrones conductuales. Cuando todos estos y otros factores de socialización están debidamente balanceados el resultado será un niño seguro de si mismo, capacitado para las relaciones humanas y para desenvolverse con éxito socialmente.
Con la preescolaridad el desarrollo socioemocional comienza prácticamente de manera automática con la reunión de un grupo homogéneo de niños; así mismo los principios y herramientas pedagógicas utilizadas por los docentes permiten que el proceso se ha evidente: el niño comienza a confiar, a sentirse aceptado, a expresar su creatividad y curiosidad, ha responsabilizarse, ha ser independiente, y otros muchos avances en su personalidad.
El desarrollo adecuado del área socioemocional facilitara al sujeto saber y comprender que piensa y que quiere gracias al conocimiento de si mismo; igualmente le permitirá entablar relaciones amistosas basadas en el respeto y la solidaridad, entender que es amado y protegido por que es valioso, aumentando así su autoestima.
El desarrollo socioemocional comienza en el seno familiar de manera natural, en las horas de comida, durante el baño diario, en los juegos, y en todos los momentos en el intercambian afecto con sus familiares. Sin embargo, será gracia a las orientaciones pedagógicas del preescolar cuando este proceso se canalice hacia a la adquisición por parte del niño de los sentimientos de seguridad y de aceptación de si mismo que le confiera una personalidad centrada y coherente. 


Inteligencia Emocional
La inteligencia emocional es la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. El término fue popularizado por Daniel Goleman, con su célebre libro: Emotional Intelligence, publicado en 1995. Goleman estima que la inteligencia emocional se puede organizar en cinco capacidades: conocer las emociones y sentimientos propios, manejarlos, reconocerlos, crear la propia motivación, y gestionar las relaciones.
La Inteligencia emocional es una forma de interactuar con el mundo que tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental, etc. Ellas configuran rasgos de carácter como la autodisciplina, la compasión o el altruismo, que resultan indispensables para una buena y creativa adaptación social.  
El rendimiento escolar del estudiante depende del más fundamental de todos los conocimientos, aprender a aprender. Los objetivos a reeducar como clave fundamental son los siguientes:
1. Confianza. La sensación de controlar y dominar el propio cuerpo, la propia conducta y el propio mundo. La sensación de que tiene muchas posibilidades de éxito en lo que emprenda y que los adultos pueden ayudarle en esa tarea.
2. Curiosidad. La sensación de que el hecho de descubrir algo es positivo y placentero.
3. Intencionalidad. El deseo y la capacidad de lograr algo y de actuar en consecuencia. Esta habilidad está ligada a la sensación y a la capacidad de sentirse competente, de ser eficaz.
4. Autocontrol. La capacidad de modular y controlar las propias acciones en una forma apropiada a su edad; la sensación de control interno.
5. Relación. La capacidad de relacionarse con los demás, una capacidad que se basa en el hecho de comprenderles y de ser comprendido por ellos.
6. Capacidad de comunicar. El deseo y la capacidad de intercambiar verbalmente ideas, sentimientos y conceptos con los demás. Esta capacidad exige la confianza en los demás (incluyendo a los adultos) y el placer de relacionarse con ellos.
7. Cooperación. La capacidad de armonizar las propias necesidades con las de los demás en las actividades grupales. 
            La obra de Daniel Goleman intenta recuperar el prestigio de las emociones como objeto digno de estudio. La tesis de esta obra es que los tradicionales tests de inteligencia (con los que se "saca" el famoso coeficiente intelectual) miden una serie de habilidades intelectuales que no suelen servir de mucho para afrontar los "problemas de la vida". Es decir, un CI (coeficiente intelectual) elevado no es garantía de felicidad, prosperidad, entre otros. Sirve para obtener buenas notas en la escuela pero no para responder con eficiencia frente a los distintos trastornos que se presentan en la vida diaria. Para complementar el CI, Goleman introduce el concepto de CE (coeficiente emocional). La inteligencia emocional incluye habilidades como la capacidad de automotivarse, la perseverancia, el autocontrol. Todo podría resumirse en este último concepto, el control sobre las emociones.

La etimología de la palabra emoción remite al movimiento. Las emociones son las que nos mueven, nos llevan a entrar en acción. Esto es muy claro en los animales y en los niños. No tanto en los adultos quienes 'civilizadamente' hemos aprendido a separar la emoción de la acción.
Las emociones cumplen una función natural. Con el miedo, explica Goleman, la sangre se retira del rostro (por eso palidecemos) y se dirige a los músculos de las piernas para facilitar una reacción de fuga ante el peligro. En la ira, la sangre fluye a las manos, aumenta el ritmo cardíaco y el nivel de adrenalina generando condiciones propicias para una acción enérgica.
Ahora bien, desde las primitivas emociones de los primeros hombres hasta el día de hoy indudablemente las condiciones de vida han cambiado. "Mientras en el pasado una ira violenta puede haber supuesto una ventaja crucial para la supervivencia, el hecho de tener acceso a armas automáticas a los trece años la convierte en una reacción a menudo desastrosa."
La cultura educa nuestras emociones. Al niño se le va enseñando cuando son aceptables ciertas emociones y cuando no. Se le enseña a minimizar ciertas emociones, a exagerar otras, a reemplazar una emoción por otra y a reprimir otras. Sobre las emociones y sobre cómo educarlas, queda la sensación de haber mucho por investigar.
La inteligencia emocional ha sido marco de estudio de diferentes especialistas que plantean la necesidad de cultivar las habilidades emocionales desde temprana edad por esta razón el investigador considera relevante destacar diversos teóricos que sustentan el presente informe:  
Shapiro (1997) quien señala que el termino inteligencia emocional es definida como la habilidad para percibir, evaluar, comprender y expresar emociones, y la capacidad para regular estas emociones que promueven el crecimiento intelectual y emocional. En este sentido el autor plantea las cualidades emocionales importantes para el éxito en la vida son:
La empatía, la expresión y comprensión de sentimientos, el control de nuestro genio, la capacidad de adaptación, la simpatía, la capacidad de resolver problemas de forma interpersonal, la persistencia, la cordialidad, la amabilidad y el respeto.
Shapiro considera que el entusiasmo respeto al concepto de inteligencia emocional comienza  a partir de sus consecuencias para la crianza y educación de los niños pero se extiende al lugar del trabajo y prácticamente a todas las relaciones humanas.
Los estudiantes demuestran que las mismas capacidades de coeficiente emocional quedan como resultado que un niño considerado como un estudiante entusiasta por su maestra o sea apreciado por sus amigos también lo ayudara en su vida de adultos.
Así mismo el autor destaca el coeficiente emocional (CE) frente al coeficiente intelectual (CI) donde los especialista en conducta humana están de acuerdos en que el coeficiente intelectual puede medirse mediante pruebas de inteligencia, tales como las escalas Weehsler que mide tanto  la capacidad verbal, incluyendo memoria, vocabulario, comprensión, solución de problemas, razonamiento abstracto, percepción, procesamiento de información y las capacidades  visuales motoras. En este sentido el autor sostiene que el CE se puede definir como un subconjunto de la inteligencia social.
En concordancia con lo anterior muchos componentes del CI no puede ser movibles con facilidad el  concepto de CE emergen de todos modos como significativos ya que estas características individuales se pueden reconocer en los niños.
En contra producción a lo anterior se puede comenzar por conocer y aceptar las individualidades de los niños para de esta manera poder reconocer las debilidades y fortalezas que posean cada uno. Por otra parte es de vital importancia comprender que el ambiente tanto familiar como escolar influye significativamente (positiva o negativamente) en el rendimiento escolar. Si se quiere estimular la inteligencia emocional se debe enseñar a: entablar amistades y consérvalas, trabajar en grupo, respetar los derechos de los demás, motivar cuando las cosas se ponen difíciles tolerar las frustraciones y aprender de ella, superar sentimientos negativos como la ira y el rencor, tener la autoestima elevad, manejar las emociones y aprender a expresar los sentimientos de manera adecuada.
En este orden de ideas Goleman (1997) describe la inteligencia emocional como la cualidad para la compresión de los propios sentimientos, la comprensión de los sentimientos de otras personas y el “control de las emociones de forma que intensifique la vida”. El CE no es lo opuesto al CI, lo que se intenta dar a entender es como se complementa el uno al otro; como la capacidad de una persona para controlar la tensión afectiva a la capacidad de concentrarse y usar la inteligencia.
Así mismo el autor basándose en décadas de investigación y consultoría en ejecutivos y organizaciones explica los nexos entre líderes sobresalientes y su inteligencia emocional hay tres puntos que mencionar:

1.    Los líderes movilizan: Lo hacen creando una resonancia con las emociones y un deseo  compartido de ser parte de algo efectivo y significativo, ellos tienen inteligencia emocional y esta es conducida por circuitos neurales y surgen en asociaciones claramente observables. Es debido a sus estilo de liderazgo basados en actos de inteligencia emocional que son capaces de establecer resonancia con los otros.
2.    Las personas pueden desarrollar sus capacidades.
3.    Los líderes: a todos sus niveles en las organizaciones pueden crear equipos y culturas con resonancia que generen inteligencia emocional y evoque lo mejor de los otros.
Goleman expresa que tradicionalmente se consideran un alto nivel de coeficiente intelectual como pronostico de éxito en la vida pero el autor plantea una revolucionaria teoría en la cual sostiene que este solo tiene un 20% de incidencia en dicho éxito mientras que el 80% restante radicaría fundamentalmente en destrezas emocionales y otros factores circunstanciales.
En lo que respeta a la inteligencia emocional no se refiere exclusivamente a las emociones sino a como integrar estas con las cogniciones y los actos. Es decir tiene que ver con el ser humano en toda su complejidad. La vida es “poner inteligencia a las emociones.
Por otra parte el autor considera que los padres que manifiestan ternura y amor producen efectos muy positivos en sus hijos, en lo cognitivo estos serán alumnos mas eficaces con mayor concentración y con menores interferencias afectivas.
De este modo en el plano social causaran una mayor impresión, serán mas hábiles para relacionarse y por lo general, mas populares; biológicamente presentan niveles mas bajos de hormonas de estrés.
Según Goleman un aspecto importante es la expresión de los afectos, considerando como un tipo de actitud que cobra especial importancia en tiempos en que el según el autor los indicadores emocionales están en declinación.
Es importante destacar que mantener en control las emociones perturbadoras es la clave del bienestar emocional.
El arte de serenarse vendría hacer una habilidad básica de la vida. Técnicas como enviar información positivas atenuantes de iras para no ser esclavos de las pasiones y ser dueño de uno mismo considerando esto es labor de todas las sociedad valorar el intelectuo de los niños porque si se logra que se han emocionalmente seguros sabrán relacionarse mejor con los demás y serán por lo general niños mas felices. Así mismo el autor indica que una de las destrezas de la inteligencia emocional que más destaca vendría a ser la empatía, ella se entiende como la capacidad de interpretar los sentimientos ajenos y comprender a los demás colocándose en su lugar.
Esta habilidad permite que los seres empáticos posean desde su juventud un liderazgo natural, ya que esa sintonía emocional sirve para conocer las emociones y sentimientos de los demás, soportar presiones y frustraciones, aumentar la capacidad de trabajar en equipo, tener un actitud empática y social.
La inteligencia emocional es la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. El término fue popularizado por Daniel Goleman, con su célebre libro: Emotional Intelligence, publicado en 1995. Goleman estima que la inteligencia emocional se puede organizar en cinco capacidades: conocer las emociones y sentimientos propios, manejarlos, reconocerlos, crear la propia motivación, y gestionar las relaciones.
La Inteligencia emocional es una forma de interactuar con el mundo que tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba habilidades tales como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental, etc. Ellas configuran rasgos de carácter como la autodisciplina, la compasión o el altruismo, que resultan indispensables para una buena y creativa adaptación social.  
El rendimiento escolar del estudiante depende del más fundamental de todos los conocimientos, aprender a aprender. Los objetivos a reeducar como clave fundamental son los siguientes:
1. Confianza. La sensación de controlar y dominar el propio cuerpo, la propia conducta y el propio mundo. La sensación de que tiene muchas posibilidades de éxito en lo que emprenda y que los adultos pueden ayudarle en esa tarea.
2. Curiosidad. La sensación de que el hecho de descubrir algo es positivo y placentero.
3. Intencionalidad. El deseo y la capacidad de lograr algo y de actuar en consecuencia. Esta habilidad está ligada a la sensación y a la capacidad de sentirse competente, de ser eficaz.
4. Autocontrol. La capacidad de modular y controlar las propias acciones en una forma apropiada a su edad; la sensación de control interno.
5. Relación. La capacidad de relacionarse con los demás, una capacidad que se basa en el hecho de comprenderles y de ser comprendido por ellos.
6. Capacidad de comunicar. El deseo y la capacidad de intercambiar verbalmente ideas, sentimientos y conceptos con los demás. Esta capacidad exige la confianza en los demás (incluyendo a los adultos) y el placer de relacionarse con ellos.
7. Cooperación. La capacidad de armonizar las propias necesidades con las de los demás en las actividades grupales. 
            La obra de Daniel Goleman intenta recuperar el prestigio de las emociones como objeto digno de estudio. La tesis de esta obra es que los tradicionales tests de inteligencia (con los que se "saca" el famoso coeficiente intelectual) miden una serie de habilidades intelectuales que no suelen servir de mucho para afrontar los "problemas de la vida". Es decir, un CI (coeficiente intelectual) elevado no es garantía de felicidad, prosperidad, entre otros. Sirve para obtener buenas notas en la escuela pero no para responder con eficiencia frente a los distintos trastornos que se presentan en la vida diaria. Para complementar el CI, Goleman introduce el concepto de CE (coeficiente emocional). La inteligencia emocional incluye habilidades como la capacidad de automotivarse, la perseverancia, el autocontrol. Todo podría resumirse en este último concepto, el control sobre las emociones.

La etimología de la palabra emoción remite al movimiento. Las emociones son las que nos mueven, nos llevan a entrar en acción. Esto es muy claro en los animales y en los niños. No tanto en los adultos quienes 'civilizadamente' hemos aprendido a separar la emoción de la acción.
Las emociones cumplen una función natural. Con el miedo, explica Goleman, la sangre se retira del rostro (por eso palidecemos) y se dirige a los músculos de las piernas para facilitar una reacción de fuga ante el peligro. En la ira, la sangre fluye a las manos, aumenta el ritmo cardíaco y el nivel de adrenalina generando condiciones propicias para una acción enérgica.
Ahora bien, desde las primitivas emociones de los primeros hombres hasta el día de hoy indudablemente las condiciones de vida han cambiado. "Mientras en el pasado una ira violenta puede haber supuesto una ventaja crucial para la supervivencia, el hecho de tener acceso a armas automáticas a los trece años la convierte en una reacción a menudo desastrosa."
La cultura educa nuestras emociones. Al niño se le va enseñando cuando son aceptables ciertas emociones y cuando no. Se le enseña a minimizar ciertas emociones, a exagerar otras, a reemplazar una emoción por otra y a reprimir otras. Sobre las emociones y sobre cómo educarlas, queda la sensación de haber mucho por investigar.
Habilidades propias de la inteligencia emocional
La inteligencia emocional incluye cuatro grupos de habilidades, si excluimos las habilidades sociales: la conciencia de sí mismo, la autorregulación, la motivación, la empatía.
La primera, la toma de conciencia y expresión de las propias emociones es la capacidad de reconocer una emoción o sentimiento en el mismo momento en que aparece y constituye la piedra angular de la inteligencia emocional. Hacernos conscientes de nuestras emociones requiere estar atentos a los estado internos y a nuestras reacciones en sus distintas formas (pensamiento, respuesta fisiológica, conductas manifiestas) relacionándolas con los estímulos que las provocan. La comprensión se ve facilitada o inhibida por nuestra actitud y valoración de la emoción implicada: se facilita si mantenemos una actitud neutra, sin juzgar o rechazar lo que sentimos, y se inhibe la percepción consciente de cualquier emoción si consideramos vergonzosa o negativa. La captación de las emociones está además relacionada con la salud; al tratarse de impulsos tendentes a la acción (por manifestación comportamental, cambio de la situación o la reestructuración cognitiva) su persistencia origina problemas fisiológicos, en lo que denominamos somatizaciones. Su adiestramiento es fruto de la mediación de adultos iguales, a través del aprendizaje incidental, centrando la atención en las manifestaciones internas y externas, especialmente no verbales, que acompañan a cada estado emocional y la situación que las origina. La expresión voluntaria de distintas emociones, su dramatización, es un camino eficaz de modelado y aprendizaje de las mismas.
La segunda de las habilidades es la capacidad de controlar las emociones, de tranquilizarse a uno mismo, de desembarazarse de la ansiedad, la tristeza y la irritabilidad exageradas. No se trata de reprimirlas sino de su equilibrio, pues como se ha dicho cada una tiene su función y utilidad. Podemos controlar el tiempo que dura una emoción no el momento en que nos veremos arrastrados por ella. El arte de calmarse a uno mismo es una de las habilidades vitales fundamentales, que se adquiere como resultado de la acción mediadora de los demás, es decir, aprendemos a calmarnos tratándonos como nos han tratado, pero aprendible y mejorable en todo momento de la vida.
En relación al enfado hay que conocer que su detonante universal es la sensación de hallarse amenazado, bien real o simbólicamente. Consiste desde la perspectiva hormonal en una secreción de catecolaminas que producen un acceso puntual y rápido de energía y una descarga adrenocortical que produce una hipersensibilidad difusa que puede durar hora o incluso días, descendiendo progresivamente nuestro umbral de irritabilidad. Podemos pues decir que el enfado se construye sobre el enfado; que cada pequeño incidente nos predispone a reaccionar nuevamente enfadándonos con causa menores y a que la reacción sea cada vez más violenta También podemos afirmar que es la emoción mas persistente y difícil de controlar, aunque el peor consejero es la creencia errónea de que es ingobernable. Lo importante para su control es intervenir en la cadena de pensamientos hostiles que los alimenta. Y entre las técnicas que han demostrado su eficacia destacan ante la reacción ya provocada: la relajación, la comprensión  y una actitud contraria al enfado (quien se enfada tiene dos trabajos: enfadarse y desenfadarse). En cuanto a la catarsis y la expresión abierta del enfado no parece surtir el efecto deseado, al contrario, según la anatomía del enfado es contraproducente.
Respecto al miedo, conviene recordar que como reacción ante un peligro real y objetivo, tiene un indudable valor adaptativo y está relacionada con la conducta de huída o lucha, para las cuales el organismo se prepara biológicamente mediante la movilización de sus recursos energéticos. Cuando esta movilización de los recursos energéticos se origina ante causas más subjetivas o difusas, y de forma más persistente, también ante las más variadas actividades que suponen un reto, la emoción resultante la podemos denominar ansiedad. La ansiedad se ha relacionado con los rendimientos o el éxito en la actividad, concretamente en la escolar, comprobando que mientras que a niveles moderados es beneficiosa e imprescindible, su exceso es contraproducente. El componente fisiológico de la ansiedad es controlable a través de las técnicas de relajación. El componente cognitivo (la preocupación) responde ante estrategias de cambio del foco de la atención, la autocrítica de las creencias asociadas, inducción activa de pensamiento positivo, la utilización del sentido del humor. El componente conductual, evitación y lucha, requiere desensibilización, prevención o autoinstrucciones. Sin olvidar que una buena prevención de la ansiedad es el aumento del ejercicio, una dieta baja en calorías, una cantidad apropiada de sueño y descanso.... es decir, los hábitos de conducta asociados al incremento de la secreción de serotonina.
Respecto a la tristeza, en su manifestación extrema, desadaptativa, la depresión, volvemos a destacar el uso de estrategias de modificación de conducta y cognitivas. Y además la utilización de la tercera de las habilidades de la inteligencia emocional, el optimismo.
La habilidad de motivarnos, el optimismo, es uno de los requisitos imprescindibles cara a la consecución de metas relevantes y tareas complejas, y se relaciona con un amplio elenco de conceptos psicológicos que usamos habitualmente: control de impulsos, inhibición de pensamientos negativos, estilo atributivo, nivel de expectativas, autoestima.:
·   El control de los impulsos, la capacidad de resistencia a la frustración y aplazamiento de la gratificación, parece ser una de las habilidades psicológicas más importantes y relevantes.
·   El control de los pensamientos negativos, veneno del optimismo, se relaciona con el rendimiento a través de la economía de los recursos atencionales; preocuparse consume los recursos que necesitamos para afrontar con éxito los retos vitales y académicos.
·   El estilo atributivo de los éxitos y fracasos, sus implicaciones emocionales y su relación con las expectativas de éxito es una teoría psicológica que contribuye enormemente a nuestra comprensión de los problemas de aprendizaje y a su solución.
·   La autoestima y su concreción escolar, autoconcepto académico o expectativas de autoeficacia, son conceptos que podemos relacionar con la teoría de la atribución; además consideramos al autoconcepto como uno de los elementos esenciales no sólo del proceso de aprendizaje escolar, sino también de salud mental y desarrollo sano y global de la personalidad.
La capacidad de motivarse a uno mismo se pone especialmente a prueba cuando surgen las dificultades, el cansancio, el fracaso, es el momento en que mantener el pensamiento de que las cosas irán bien, puede significar el éxito o el abandono y el fracaso (aparte de otros factores más cognitivos, como descomponer los problemas y ser flexibles para cambiar de métodos y objetivos).
El desarrollo del optimismo, la autoestima y la expectativa de éxito, están relacionados con las pautas de crianza y educación, evitando el proteccionismo y la crítica destructiva, favoreciendo la autonomía y los logros personales, utilizando el elogio y la pedagogía del éxito, complementado con la exigencia y la ayuda.
Finalizamos este recorrido por las habilidades de la inteligencia emocional, con la empatía, La capacidad de captar los estados emocionales de los demás y reaccionar de forma apropiada socialmente (por oposición a la empatía negativa). En la base de esta capacidad están la de captar los propios estado emocionales y la de percibir los elementos no verbales asociados a las emociones. Su desarrollo pasa por fases como el contagio emocional más temprano, la imitación motriz, el desarrollo de habilidades de consuelo, pero el desarrollo de la empatía está fundamentalmente ligado a las experiencias de apego infantil (los hijos maltratados que se convierten en maltratadores).

Educar los sentimientos


Todos contamos con la posibilidad de conducir en bastante grado los sentimientos propios o los ajenos. Con ello cuenta quien trata de enamorar a una persona, o de convencerle de algo, o de venderle cualquier cosa. Desde muy pequeños, aprendimos a controlar nuestras emociones y a también un poco las de los demás.
Es cierto que las disposiciones sentimentales tienen un componente innato, cuyo alcance resulta difícil de precisar. Pero sabemos también la importancia de la primera educación infantil, del fuerte influjo de la familia, de la escuela, de la cultura en que se vive. Las disposiciones sentimentales pueden modelarse bastante. Hay malos y buenos sentimientos, y los sentimientos favorecen unas acciones y entorpecen otras, y por tanto favorecen o entorpecen una vida digna, iluminada por una guía moral, coherente con un proyecto personal que nos engrandece. La envidia, el egoísmo, la agresividad, la crueldad, la desidia, son ciertamente carencias de virtud, pero también son carencias de una adecuada educación de los correspondientes sentimientos, y son carencias que quebrantan notablemente las posibilidades de una vida feliz.
Educar los sentimientos es algo importante, seguramente más que enseñar matemáticas o inglés. ¿Quién se ocupa de hacerlo? Es triste ver tantas vidas arruinadas por la carcoma silenciosa e implacable de la mezquindad afectiva. La pregunta es ¿a qué modelo sentimental debemos aspirar? ¿Cómo encontrarlo, comprenderlo, y después educar y educarse en él? Es un asunto importante, cercano, estimulante y complejo. 

Conocimiento propio

            Tales de Mileto, aquel pensador de la antigua Grecia que es considerado como el primer filósofo conocido de todos los tiempos, escribió hace 2.600 años que la cosa más difícil del mundo es conocernos a nosotros mismos, y la más fácil hablar mal de los demás.
Conocerse bien a uno mismo representa un primer e importante paso para lograr ser artífice de la propia vida, y quizá por eso se ha planteado como un gran reto para el hombre a lo largo de los siglos.
Conviene preguntarse con cierta frecuencia (y buscando la objetividad): ¿cómo es mi carácter? Porque es sorprendente lo beneficiados que resultamos en los juicios que hacen nuestros propios ojos. Casi siempre somos absueltos en el tribunal de nuestro propio corazón, aplicando la ley de nuestros puntos de vista, dejando la exigencia para los demás. Incluso en los errores más evidentes encontramos fácilmente multitud de atenuantes, de eximentes, de disculpas, de justificaciones.
Si somos así, y parecemos ciegos para nuestros propios defectos, ¿cómo se puede mejorar? Mejoraremos procurando conocernos. Mejoraremos escuchando de buen grado la crítica constructiva que nos vayan haciendo con cualquier ocasión. Pero a eso se aprende sólo cuando uno es capaz de decirse a sí mismo las cosas, cuando es capaz de cantarle las verdades a uno mismo. Procura conocer cuáles son tus defectos dominantes. Procura sujetar esa pasión desordenada que sobresale de entre las demás, pues así es más fácil después vencer las restantes.
Para uno, su vicio capital será la búsqueda permanente de la comodidad, porque huye del trabajo con verdadero terror; para otro, quizá su mal genio o su amor propio exagerado, o su testarudez; para un tercero, a lo mejor su principal problema es la superficialidad o la frivolidad de sus planteamientos. Piénsalo. Cada uno de tus defectos es un foco de deterioro de tu carácter. Si no los vences a tiempo, si no les pones coto, te puede salir mal la partida de la vida.
Quizá lo que hace más delicada la formación del carácter es precisamente el hecho de que se trata de una tarea que requiere años, decenas de años. Ésa es su principal dificultad. 
Toth (1989:45) comparaba este trabajo a la formación de un cristal a partir de una disolución saturada que se va desecando. Las moléculas van ordenándose lentamente conforme a unas misteriosas leyes, en un proceso que puede durar horas, meses, o muchos años. Los cristales se van haciendo cada vez mayores y constituyendo formas geométricas perfectas, según su naturaleza, siempre que, claro está, ningún agente externo estorbe la marcha de ese lento y delicado proceso de cristalización. Porque un estorbo puede hacer que acabe, en vez de en un magnífico cristal, en una simple agregación de pequeños cristales contrahechos.
Puede ser ése el principal error de muchos jóvenes, o quizá de sus padres. Pensar que aquellos reiterados estorbos en el camino de la delicada cristalización de su espíritu eran algo sin importancia. Y cuando advirtieron que habían cuajado en un carácter torcido y contrahecho, poco remedio quedaba ya.
¿Hay entonces en el carácter cosas que no tienen remedio? Siempre estamos a tiempo de reconducir cualquier situación. Ninguna, por terrible que fuera, determina un callejón sin salida. Pero no debe ignorarse que hay tropiezos que dejan huella, que suponen todo un trecho equivocado cuesta abajo que hay que desandar penosamente.
El conocimiento propio también es muy útil para aprender a tratar a los demás. Hay, por ejemplo, padres impacientes a quienes con frecuencia se les escuchan frases como "le he dicho a esta criatura por lo menos cuarenta veces que..., y no hay manera". Y cabría preguntarse: bien, pero ¿y tú? ¿No te sucede a ti que te has propuesto también cuarenta veces muchas cosas que luego nunca logras hacer?
¿No podemos entonces exigir nada a los hijos porque nosotros somos peor que ellos...? No, por supuesto. Pero cuando alguien es consciente de sus propios defectos, la tarea de educar se ve muchas veces como una tarea que tiene bastante de compañerismo. Y se celebra el triunfo del otro y se sabe disculpar y disimular la derrota, porque se confía en que le llegarán también tiempos de victoria. Por eso no viene mal tener en la cabeza nuestros fallos y nuestros errores a la hora de corregir, para saber conjugar bien la exigencia con la comprensión.



El docente como modelo y promotor de la inteligencia emocional del niño y la niña

Una de las razones por la que el docente debería poseer ciertas habilidades emocionales tiene un marcado cariz altruista y una finalidad claramente educativa. Para que el alumno aprenda y desarrolle las habilidades emocionales y afectivas relacionadas con el uso inteligente de sus emociones necesita de un “educador emocional”. Los niños y niñas pasa en las aulas gran parte de su infancia y adolescencia, periodos en los que se produce principalmente el desarrollo emocional del niño, de forma que el entorno escolar se configura como un espacio privilegiado de socialización emocional y el profesor/tutor se convierte en su referente más importante en cuanto actitudes, comportamientos, emociones y sentimientos. El docente, lo quiera o no, es un agente activo de desarrollo afectivo y debería hacer un uso consciente de estas habilidades en su trabajo.

Los profesores son un modelo adulto a seguir por sus alumnos en tanto son la figura que posee el conocimiento, pero también la forma ideal de ver, razonar y reaccionar ante la vida. El profesor, sobretodo en los ciclos de enseñanza inicial y primaria, llegará a asumir para el alumno el rol de padre/madre y será un modelo de inteligencia emocional insustituible. Junto con la enseñanza de conocimientos teóricos y valores éticos-morales,  al profesor le corresponde otra faceta igual de importante: moldear y ajustar en clase el perfil afectivo y emocional de sus alumnos. De forma casi invisible, la práctica docente de cualquier profesor implica actividades como (Abarca, Marzo y Sala, 2002; Vallés y Vallés, 2003):

1.                 La estimulación afectiva y la expresión regulada de los sentimientos positivos y, más difícil aún, de las emociones negativas ( ira, envidia, celos).
2.                 La creación de ambientes (tareas escolares, dinámicas de trabajo en grupo,...) que desarrollen las capacidades socio-emocionales y la solución de conflictos interpersonales.
3.                 La exposición a experiencias que puedan resolverse mediante estrategias emocionales;
4.                 o la enseñanza de habilidades empáticas mostrando a los alumnos cómo prestar atención y saber escuchar y comprender los puntos de vista de los demás.

Por otro lado, tampoco podemos dejar toda la responsabilidad del desarrollo socioemocional  de los niños y niñas en manos de los docentes, especialmente cuando la familia es un modelo emocional básico y conforma el primer espacio de socialización y educación emocional del niño. Además, incluso cuando el profesorado se encuentra concienciado de la necesidad de trabajar la educación emocional en el aula, en la mayoría de las ocasiones los profesores no disponen de la formación adecuada, ni de los medios suficientes para desarrollar esta labor y sus esfuerzos con frecuencia se centran en el diálogo moralizante ante el cual el alumno responde con una actitud pasiva (Abarca et al., 2002). Por esta razón, padres y profesores deben complementarse en estas tareas y, de forma conjunta, proporcionar oportunidades para mejorar el perfil emocional del alumno. Así pues, los padres en la relación con sus hijos deben adoptar lo que se conoce como un estilo educativo democrático en contraposición a otros menos beneficiosos como son el estilo autoritario, permisivo o de no-implicación. El estilo democrático requiere por parte de los padres una exigencia pero también una receptividad. Por un lado deben exigir el cumplimiento de las demandas acordes a la madurez del niño, pero a la vez incentivar la toma de decisiones, mostrar cariño y escuchar las opiniones del niño y conocer sus gustos y preferencias. Esto implica participar de forma activa en el tiempo que pasan en casa con sus hijos, conocer el tipo de juegos que practican, los programas televisivos o vídeos que ven, aconsejar sobre los libros que podrían leer, saber los amigos con los que juegan o salen, interesarse por la música que escuchan, o supervisar el acceso a Internet. Este tipo de actividades construye la vida emocional del niño o adolescente y en muchas ocasiones, por diversos motivos, los padres son los grandes ausentes.

La educación emocional y el rol del docente

Siendo la finalidad de la educación formar estudiantes emocionalmente competentes (capaces de reconocer y manejar sus emociones), y, por lo tanto, de relacionarse con los demás de forma adecuada y pacífica, surge el planteamiento de una educación emocional como forma de implicar al proceso educativo en la búsqueda de este logro. La educación emocional comprende la promoción del desarrollo de las competencias emocionales antes planteadas, a través de una programación sistemática y progresiva, de acuerdo a las edades de los alumnos que, idealmente, acompañan al aprendizaje de conocimientos y habilidades. En los colegios, dicha aproximación se hace necesaria desde el nivel inicial hasta el egreso de los estudiantes; es decir, en todos los niveles de la educación y en todas las etapas de desarrollo.

Esta intervención, enfocada al desarrollo afectivo y mediada por la educación, ya no debe circunscribirse a actividades aisladas, corresponde, más bien, al acto educativo en sí.
El docente emocionalmente inteligente es, entonces, el encargado de formar y educar al alumno en competencias como el conocimiento de sus propias emociones, el desarrollo del autocontrol y la capacidad de expresar sus sentimientos de forma adecuada a los demás.

Para que el docente se encuentre preparado para asumir este reto, es necesario, en primer lugar, que piense en su propio desarrollo emocional: solo entonces estará apto para capacitarse y adquirir herramientas metodológicas que le permitan realizar esta labor. Se sabe que es imposible educar afectiva y moralmente a estudiantes si no se cuenta con una estructura de valores clara, además de un cierto dominio de las propias emociones.

El desarrollo de los recursos emocionales del docente debe ser el primer paso para emprender este cambio educativo. El maestro emocionalmente inteligente debe contar con los suficientes recursos emocionales que acompañen el desarrollo afectivo de sus alumnos. Con ello, establece un vínculo saludable y cercano con ellos, comprende sus estados emocionales, y les enseña a conocerse y a resolver los conflictos cotidianos de forma conciliadora y pacífica.

En 2004, Vivas de Chacón realizó una investigación sobre las competencias socioemocionales del docente, con el fin de sugerir un programa de formación del profesorado. A partir de información, recopilada en un conjunto de entrevistas a profundidad, plantea un modelo que identifica cuatro tipos de necesidades que los docentes entrevistados consideran como competencias pendientes de desarrollo:

• Conocimientos sobre inteligencia emocional: sobre las emociones y su relación con los procesos cognitivos, así como el papel que juega la I.E. en la adaptación y establecimiento interpersonal de las personas.
• Habilidades interpersonales: para identificar las emociones de sus alumnos, percibir sus estados de ánimo, escuchar, ser empático, tomar decisiones, resolver conflictos, tener liderazgo y habilidad para dirigir y persuadir, descubrir las fortalezas de los demás, y ser justo y equitativo.
• Habilidades intrapersonales: para controlar, manejar e interpretar las propias emociones, de modo que se pueda reaccionar de forma coherente con ellas.
• Habilidades didácticas para la educación emocional: nuevas competencias profesionales para un modelado más efectivo, para estimular el desarrollo armónico de los alumnos y atender los problemas emocionales; fomenta el desarrollo de competencias didácticas creativas que promuevan escuelas  emocionalmente inteligentes, que construyan ambientes propicios y estimulantes para el desarrollo afectivo.

Por otra parte, es necesario recordar que las emociones juegan un papel central en las interacciones sociales, así como en el comportamiento en todos los entornos. Por ejemplo, en el aula, tanto el maestro como los estudiantes experimentan diversas emociones: alegría, cólera, tristeza, miedo, vergüenza, impotencia, satisfacción, aburrimiento, etc. Es decir, el flujo de los afectos es constante y refleja el mundo interno de los estudiantes, así como su estado anímico y su disposición para el aprendizaje.
Un maestro emocionalmente inteligente debe percibir este movimiento afectivo para dirigirlo de forma provechosa para el aprendizaje, basándose en su capacidad interpersonal y liderazgo. Un maestro motivador, conciliador y con buen sentido del humor tendrá un impacto positivo en sus alumnos. Por el contrario, un maestro poco tolerante, rígido y con escaso manejo anímico puede afectar negativamente el clima del aula.
Definitivamente, convertirse en docentes emocionalmente inteligentes es un reto. No solo demanda espacios y tiempos de capacitación y trabajo; también implica un compromiso que trasciende el plano laboral, comprendiendo el plano afectivo y personal. El mundo interno del maestro se mueve: debe crecer como persona, conocerse a sí mismo, y enfrentar sus miedos y conflictos. Esta experiencia, en algunos casos, podría evaluarse como “amenazadora” y ser desarrollada con angustia, alimentando las resistencias. Pese a ello, resulta indispensable dar el primer paso y convertirse en un docente que desarrolle y estimule en sus niños la inteligencia emocional como factor principal como camino al éxito.

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