Evaluaciones eficaces

Evaluaciones eficaces

Artículo publicado originalmente en Dificultades de Aprendizaje Nº 7 de Argentina
La evaluación constituye una práctica muy compleja y de fuerte implicancia social, ya que su resultado repercute al momento de alcanzar la ansiada “calidad educativa”. La evaluación está relacionada con la eficacia, la eficiencia y la funcionalidad de esa calidad.
En el sistema educativo podemos hablar de la evaluación que se realiza dentro del aula y la evaluación externa o estandarizada: una formativa y otra como certificación, ambas emparentadas a la calidad educativa del establecimiento escolar.
2013-10-28-evaluaciones
Al momento de evaluar, el docente se pregunta “¿cómo lo hago?”, “¿para qué lo hago?”, entre otros interrogantes. Si la evaluación está solo relacionada al rendimiento escolar de los estudiantes, los cuestionamientos se realizan a partir del “éxito o fracaso” de los resultados. Sin embargo, la evaluación es mucho más que eso, es un proceso que nos invita a la interrogación, problematización y producción del conocimiento sobre un objeto.
Los diseños curriculares consideran que este conocimiento se construye en la interrelación y el diálogo entre docentes y estudiantes. Este intercambio permite la problematización y la interrogación acerca de los objetos de conocimiento, lo que favorece la construcción individual de los estudiantes. Además, invita a la reflexión y a la conceptualización de las prácticas docentes. Desde esta perspectiva, debemos pensar la evaluación como una herramienta de aprendizaje y la posibilidad de una mejora de nuestras competencias profesionales.
Hay que erradicar la idea de que las evaluaciones son sancionatorias, controladoras y discriminatorias, despojarlas del peso social al que están emparentadas y darles la importancia real que tienen en el desarrollo de los aprendizajes y la formación integral de los estudiantes.
Para que las evaluaciones sean eficaces, los docentes deberán realizar una observación permanente de todos los sucesos que van conformando el proceso de enseñanza y aprendizaje, y no caer en el reduccionismo que significaría remitirse exclusivamente al resultado de una “prueba”. Por otra parte, la evaluación que hace el docente debe conducirlo a una autoevaluación, posibilitándole una actitud crítica en su rol de enseñante. De modo que tiene la posibilidad de analizar, en esta instancia, la transposición didáctica y la construcción de los vínculos. Lo imprescindible es tener en cuenta al sujeto de evaluar, los contenidos, las asignaturas, los criterios y las herramientas que se emplean para tal fin, el impacto que tendrá y, ante la devolución, las sugerencias para la superación de las dificultades.
La evaluación facilita un cambio educativo en la medida en que se promueva la reflexión que conduzca a la mejora del proceso. Así se constituye en un medio para comprobar la eficacia del sistema educativo, analizar el rendimiento del mismo, averiguar si la organización adoptada es la más conveniente y la que produce mejores resultados, y para orientar la toma de las decisiones que permitan introducir las modificaciones más adecuadas para conseguir su mejora.

FUENTE: CLUB EDIBA

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